Supervivencia

15.09.2010

El frío ha llegado hoy a esta ciudad. El cuerpo pide alguna capa más de ropa y mi cabeza piensa en la próxima adquisición: las zapatillas que ayer me capturaron al probármelas en foot locker. Otra de las adquisiones será la tele, que caerá esta noche vía ebay, lo que conllevará al próximo gasto, la licencia de televisión. Sí, sí, no se me ha pirado. Aquí, señores, se paga una licencia anual para... me parece hasta ridículo escribirlo, pero sí, para ver la tele. Siempre puedes arriesgarte a no pagarla y que un buen día venga un revisor a multarte por el módico precio de 2.000 pounds. Muchos, muchos euros. Intento concienciarme de que debo exprimir totalmente el tiempo, las ideas, los días y las horas en este país. No sé si serán 6 meses o quizás finalmente sea alguno más, it depends, por eso mismo, por el poco tiempo que al final pueda resultar ser, quiero marcharme de aquí con la mochila llena, petada. Quiero haber hecho mil cosas, que las he hecho; haber visitado mil sitios, a los que he ido; haber conocido a mucha gente, que estoy en ello; irme lo más bilingüe posible, que de eso se trata; que me toque la lotería, para lo cual debería empezar a jugar; dejar de trabajar, si me toca la lotería... Qué fácil es un Erasmus... Te vas con todo hecho, tal y como hice yo, te dan pautas, bailas en la misma pista de baile que el resto, la de la fiesta, el desorden y el respaldo bancario. No hay responsabilidades. No las hubo, en mi Erasmus no. En ningún Erasmus las hay. Se va para pasarlo bien. Y si, de paso, se aprueban las asignaturas, pues mejor. Aquí los exámenes son diarios: examen de conciencia, de cocina, master en distribuir los gastos, doctorado en ingeniar una lista de la compra, ingeniería en paraguas, curso de experto en olores urbanos... Y luego está lo de la supervivencia, eso que aquí ya ha pasado a ser mi más familiarizado instinto.

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